viernes, 2 de mayo de 2014

Presentación de las novelas Enigma - Alicia por Alberto Perdomo Cisneros


                                  A manera de introducción


Armando Almánzar Rodríguez presenta en esta ocasión a sus lectores, este tomo con dos novelas cortas, última producción de su muy dilatada carrera como escritor de ficciones, prestigiado ya con el Premio Nacional de Literatura (2012). Mejor conocido  como cuentista,  a partir de su primer libro en la década de los sesentas y las decenas que ha publicado hasta la fecha,  tras los pasos de consagrados precursores dominicanos,  de la talla de Juan Bosch, Sanz Lajara,  Virgilio Díaz Grullón, comenzó su andadura junto a sus contemporáneos  René del Risco, Miguel Alfonseca y Enriquillo Sánchez,  hasta alcanzar un lugar señero entre los cultores del género, tanto en nuestro país, como en la rica tradición latinoamericana.

La madurez y el trabajo constante, creo que siempre tiene un historia por escribir en la cabeza,  ha ido con el paso del tiempo, destilando la singularidad de su propio estilo, hilando historias ceñidas, sin ripios, centradas,  que a veces  parecen más bien  crónicas de la agobiante realidad que nos rodea, social y física,  la ciudad de Santo Domingo, su ciudad, en el sentido más visceral, llena de excesos y carencias, de barrios y clases sociales entrecruzadas, de mansiones y casuchas destartaladas, avenidas pretenciosas y callejuelas y en el fondo, siempre,  la zona intramuros, donde transcurrió su infancia y primera juventud, en aquella casona de la 19 de marzo, en un patio estrecho, con un abuelo gruñón, solteronas y tíos excéntricos, primeros amoríos y todo aquello que conforma el trasfondo inconsciente , el sustrato común a toda su obra, espacio y tiempo literario donde se agitan los variopintos personajes de sus relatos, representantes la mayor parte de  ellos, de los dominicanos que sobrevivieron, cuando menos traumados,  la tiranía de Trujillo, para quedar inmediatamente atrapados en la convulsa y sangrienta transición, pasando por la guerra de abril, hacia una democracia defectuosa y corrompida, en la que sobreviven entre simulaciones y engaños, en la lucha por alcanzar una vida  razonable y digna.

A grandes rasgos, esta ciudad crecida y múltiple y estos personajes atrapados y aturdidos en la convulsa historia nuestra, casi surrealista, constituyen el núcleo, el fundamento, de casi todo lo que nos cuenta  Armando Almánzar Rodríguez, por supuesto no toda su obra, pues en adición a su contribución a la crítica cinematográfica, de la que ha sido auténtico  pionero y cultor permanente, ha  tenido tiempo y garra para incursionar en otras temáticas y otros formatos, este es el caso de sus novelas policíacas, este subgénero tan querido por todos los lectores, natural y creíble cuando transcurre, como casi todas, en los países desarrollados cuyos cuerpos policiales y sus ingeniosos detectives de gran capacidad deductiva, aceptamos. Por eso siempre me atrae el contraste y la originalidad de las historias donde opera a contrapelo de una policía encallecida y brutal, el desencantado capitán Cardona, dilucidando crímenes obscuros en medio de personajes corruptos y retorcidos del bajo mundo dominicano. Un protagonista como este y los casos que resuelve son dignos de nuestra mejor elección literaria.   

Son muchos los que vinculan  su obra sólo con la narración corta, el cuento, conocen de los premios que ha logrado con ellos, las antologías en que han aparecido y pasan por alto su incursión en el género de la novela y especialmente  la  novela corta,  cuya escritura demanda otro enfoque y una técnica distinta, sin que esto tenga que ver por supuesto, con el valor intrínseco, con la calidad literaria que debemos exigir a cualquier texto.

Involuntariamente preso de unos arquetipos y una tradición, la mayoría de los escritores se someten, incluso en sus parciales rebeliones, a los dictados de una forma literaria específica,  postergan su personal individualidad al colectivo monumento literario en el que participan. Así lo siente el lector que suele reclamar más del género que de tal o cual escritor: dicen “me gusta la novela negra” o el “cuento corto” antes de precisar “me gusta Conrad” o “Hemingway”, sometiendo un poco la creatividad de autor a las peripecias, involutivas o evolutivas del género en cuestión. Armado Almánzar R., ha tenido la inteligencia necesaria para no quedar preso dentro de los límites de un género en particular, aún siendo un autor más que exitoso dentro  de una de estas formas establecidas de la ficción, el cuento corto,  desde relativamente temprano en su carrera,  cultivó  otras formas de la narración ficcional como la novela clásica, la novela negra y la novela corta. 

Precisamente son dos novelas cortas las que recoge el presente volumen  y ha riesgo de resultar cargante creo que vale la pena hacer algunas precisiones sobre esta categorización literaria que viene de lejos, tiene como antecedente el relato corto medieval, menos desarrollo que la novela aunque sin la economía del cuento. En Italia  con el término “novella”  se denominaba aquel relato más breve que el “romanzo”, “roman” en francés, que devino novela en el idioma nuestro. Ya en el siglo de oro español comenzó a usarse en el sentido que le daban los italianos, Cervantes llamó  “novelas ejemplares” a sus textos más cortos y “libros” a los extensos, como el propio Quijote.

El siglo XIX, fue el siglo del apogeo de la novela, tal como la conocemos ahora, el insigne E. A. Poe, con  aguda inteligencia, se quejaba de que lo peor de este género es, que al no poder ser leída de una sola vez, priva al lector de la inmensa fuerza que se deriva de la totalidad. Aunque la novela fue la forma preferida de la mayoría de los  escritores de ficciones desde esos años de comienzos del XIX,  hubo, paralelamente, grandes cuentistas, Maupassant, Chejov,  por mencionar solo dos, por cierto el primero excelente cuentista pero pésimo novelista, Quiroga en nuestra América es otra muestra del buen cuentista y fatal novelista. Otros escritores más afortunados,  han conseguido obras apreciables en la novela convencional, en la novela corta y en el cuento propiamente.

Benedetti en un pequeño ensayo que publicó en 1953, sobre la novela corta, dice: “un cuento que tenga un núcleo de novela, como cuento es imperfecto; como es imperfecta la novela que sea el estiramiento de un cuento”. El cuentista sugiere más que lo que dice, el novelista necesita más espacio para un efecto igual. Cortázar, otro que incursionó con éxito en todas las formas de la narración, concluye que este género, la novela corta o short storie en inglés, se encuentra a caballo entre la novela y el cuento y que quien lo afronte como escritor debe tener presente una especie de equilibrio entre ambos. Para citar algunos ejemplos de novelas cortas, al margen de la literatura llamada negra, donde es casi la norma, pensamos en la “Metamorfosis” de Kafka;  “El Perseguidor” de Julio Cortázar; “La Hojarasca” de Gabriel García Márquez y tantos otros que el amable lector conocerá.

“Alicia”, uno de los dos títulos de este volumen, es un magnífico ejemplo,  equilibra la tensión del cuento con la exposición novelística, no hay historias al margen de lo que nos dice en primera persona su protagonista,  está construido con tiradas alternas entre el tiempo real que vive el personaje y lo que sueña, incluso marcados con un tipo de letra para cada estado. Al principio con una descripción detallada, propia de la novela, Armando Almánzar R., pinta, sin  los trazos enérgicos y cortos de sus cuentos, sino con morosa delectación, como una cámara que se pasea lentamente por el  entorno del protagonista, la calle, las casas, los vecinos, así como la psiquis acomodada a circunstancias que le han favorecido, luego cambia de ritmo y  retoma la intensidad del cuento que termina con un final sorpresivo y rotundo.

En suma, no vacilamos en recomendar las dos novelas cortas incluidas en el tomo que pasa a manos de sus lectores, como una muestra más de un narrador que logra de nuevo, cumpliendo con el primer mandamiento del escritor  de ficciones, que no es otro que atrapar la atención de sus lectores, no importa el género que haya escogido, hasta sacarlos de la cotidianidad,  para vivir el encantamiento inefable de toda buena literatura, como la que continúa haciendo Armando Almánzar Rodríguez.     



Alberto Perdomo Cisneros                                                                  

Mayo del 2014

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